En la primera parte de este artículo relacioné, en una jerarquía tradicional, el papel de la persona que ejerce el liderazgo y que debe hacerlo con inteligencia emocional para poder crear ese espacio donde la motivación se mueve. En esta segunda parte, me centraré en la inteligencia emocional aplicada al trabajo.
La Inteligencia Emocional se conoce como tal desde 1990 después de un artículo publicado por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, pero más de medio siglo antes, desde 1930, Edward Thorndike habla del concepto Inteligencia Social como “el arte de llevarse bien con los demás”.
La definición de P. Salovey y J. Mayer de Inteligencia Emocional en su artículo de mismo nombre, reza lo siguiente: “Subconjunto de la inteligencia social que implica la capacidad de monitorizar las emociones propias y de los demás, de discriminar entre ellas y utilizar esta información para guiar el pensamiento y las acciones”. Viena a decir a nuestro entender, “la habilidad innata o adquirida de relacionarnos con las demás personas de nuestro entorno y que nos permite ejercer influencia y liderazgo”.
Desde entonces no deja de estudiarse el beneficio de contar con la Inteligencia Emocional como una cualidad de gran valor para la vida, y también, para el trabajo.
La Inteligencia Emocional es especialmente útil en aquellos entornos profesionales donde se trabaja bajo presión y donde los equipos de trabajo son numerosos y multidisciplinares, con componentes muy diferentes entre sí, porque contribuye y facilita cumplimiento de los objetivos a corto plazo, los del día a día, y los de medio y largo plazo, aquellos que se marcan a la Dirección de la empresa, sin que estímulos externos, contratiempos, cambios de estrategia, etc., afecten a las personas y su rendimiento.
La Inteligencia Emocional es tan importante como las capacidades intelectuales o los conocimientos en el ámbito profesional, porque cuando es necesario que otras personas den lo mejor de sí mismas para un objetivo común, es la Inteligencia Emocional el medio que proporciona la herramienta de reconocer y entender nuestras propias emociones y así reconocer y entender las emociones de los demás, gestionarlas y actuar adecuadamente.
La Inteligencia Emocional también supone detectar cómo nuestras propias emociones, nuestro comportamiento, nuestra forma de comunicarnos, influyen en los demás. Por ejemplo, si un equipo de trabajo detecta al principio de la jornada mal humor en el Director, no se sentirán cómodos a la hora de preguntarle alguna duda, ésta se quedará sin resolver y puede que se cometa un gran error con impacto económico como consecuencia.
Cabe destacar que, ante todo, las personas somos emoción antes que pensamiento, es decir, primero se produce la emoción y luego el pensamiento. La psicología cognitiva y el pensamiento cognitivo son grandes aliados de la Inteligencia Emocional, ya que tratan precisamente de poner racionalidad a lo impulsivo de las emociones.
La Inteligencia Emocional en el trabajo/equipos se ha demostrado que:
- Ejerce un efecto positivo en el rendimiento de las personas.
- Se cumplen los plazos y objetivos.
- Los compañeros del equipo se comprenden mejor entre sí.
- Se aceptan mejor las críticas de los clientes y las reprimendas de los jefes.
- Hay una mayor conexión emocional entre la Buena Dirección y sus colaboradores.
- Se toman decisiones más favorables.
- Se valora mucho mejor a la persona que ejerce el liderazgo porque se le percibe humano.
- Hace a las personas menos quisquillosas, mejor conocedoras de sus fortalezas y de sus debilidades, motivadas, con mucha empatía hacia los demás, no solo centradas en los errores pasados sino también en los aciertos, se distraen menos, buscan el equilibrio entre lo profesional y lo personal, saben decir no cuando es necesario, no tienen miedo a los cambios y saben manejar sus emociones.
- Se cumplen las expectativas puestas en el trabajo y también las expectativas puestas en los demás,
Y todo ello porque las personas se sienten escuchadas, sus necesidades comprendidas, e integradas en los equipos de trabajo y en la empresa.
Una vez que hemos visto lo importante que es la aplicación de la Inteligencia Emocional en el trabajo, tendremos en cuenta las siguientes indicaciones para cultivarla y fomentarla: percibir las emociones propias y ajenas con precisión; llegar al origen o causas de esa emoción; y finalmente, gestionar adecuada y eficientemente la emoción propia y ajena para transformarla a nuestro favor.
A modo de resumen y esquema, pero también de ejercicio individual, podemos seguir los siguientes pasos para entrenar y aumentar nuestra Inteligencia Emocional: desarrollamos y estamos abiertos a una mayor conciencia de nuestra propia Inteligencia Emocional; no debemos reprimir las emociones, pero tampoco debemos dejar que afloren sin ningún control; cultivaremos las buenas relaciones personales en el trabajo/equipo; mostraremos empatía entendiendo o esforzándonos por entender las emociones de los demás; y para todo lo anterior, como líderes deberemos tener presente la “automotivación”.
Este artículo es una parte resumida de los contenidos que he desarrollado en mi programa Coaching Ejecutivo-Directivo, con especial atención hacia la empresa industrial, y que es de mi propiedad intelectual.
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