Los autónomos, como cualquier trabajador, somos ante todo, personas y también tenemos sentimientos 😉 Es cierto que con una vida profesional diferente en muchos aspectos a la vida profesional de un trabajador por cuenta ajena o a la de un funcionario: la seguridad no existe en nuestro día a día.
También llamamos al autónomo “emprendedor”; no es para menos. Muchos hemos dejado atrás una vida “cómoda” como trabajadores por cuenta ajena, ya fuera por causas voluntarias o por causas forzosas. En mi caso particular, hay un poco de todo.
Es curioso como la mayoría de los artículos que he leído sobre los autónomos, sus vivencias y proceso, son de connotaciones negativas: hablan de los defectos, peligros y comportamientos nocivos en los que pueden caer los autónomos. Sin embargo, mi visión, no exenta de dificultades (¡en absoluto!) es otra: más positiva. Puede ser porque ya ea como Coach Ejecutivo o como Consultora de Estrategias, mi objetivo es claro: ayudar a otros en su proceso empresarial o de cambio.
No olvidemos que, tal y como decía al principio de este artículo, detrás del empresario, del directivo, del mando intermedio o del trabajador… también hay una persona con inquietudes, curiosidades, preocupaciones personales y metas que no sólo tienen que ver con su trabajo. Pero sobre todo hay una persona que busca ser feliz. Por tanto, me gustaría mucho que este artículo fuera leído por las personas que están pensando en emprender para que encuentren una visión positiva de este proceso de cambio así como los que ya son autónomos o emprendedores, ya que estoy segura de que les será útil para reconectar con el impulso de ilusión y esperanza que sintieron el día que se convirtieron en emprendedores.
Cuando tomé la decisión de dedicarme por cuenta propia a prestar servicios de Controller a pequeñas y medianas empresas, por proyectos y sin la atadura para el empresario de una alta nómina anual, dediqué unos meses a redactar y dar forma a mis contenidos; luego los sometí a un período de reposo para verlos con otra perspectiva pasado un tiempo, el mismo tiempo que le cedí mis contenidos a otros profesionales que los valoraron y añadieron valiosas aportaciones. En aquellos momentos me movía la pasión por lo que hacía, por la seguridad en mí misma tanto de mis conocimientos como de mi facilidad e inquietud por estar siempre aprendiendo de los demás que saben más que yo.
Cuando por fin me di de alta como autónoma, otros sentimientos aparecieron por el camino, pero lo más enriquecedor de todo este proceso es que mientras, estando ya de alta, hacía el esfuerzo de formarme como Coach Ejecutivo Empresarial, me sorprendí sintiendo otras emociones y es de todo aquello, con visión positiva como decía antes, de lo que quiero hablar. Tanto para ti que vas a emprender como para ti que siendo ya autónomo, quizás sientes que has perdido la chispa:
Ilusión: este es el primer sentimiento que a los autónomos nos acompaña en esta nueva etapa. Desde mi pequeña parcela empresarial me siento parte de algo grande. No solamente estoy ganándome la vida con una actividad profesional, sino que disfruto haciéndolo. Cada proyecto, cada encargo es diferente del anterior y cada uno de ellos es desarrollado como si fuera el primero. Esta ilusión además me permite estar abierta a nuevas aportaciones y aprendizajes de las personas con las que entablo una relación profesional y ese crecimiento mutuo marca la diferencia.
Autoconfianza: la autoconfianza es una elección personal: se tiene o no se tiene; y es además la base de la motivación y de la automotivación. Su importancia radica en que es la base de la autoestima. La autoconfianza requiere una actitud abierta, realista y equilibrada de uno mismo; de lo contrario, se podría caer en un exceso de autoconfianza alrededor de habilidades o conocimientos que no poseemos. La autoconfianza se ve afectada negativamente por varios factores, como por ejemplo, las creencias limitantes. Pero puede ser impulsada con herramientas y técnicas dirigidas por un Coach Ejecutivo Empresarial formado específicamente para ello. Mi autoconfianza está acotada por mis limitaciones, pero estas limitaciones son las que me enseñan dónde tengo que esforzarme y trabajar más.
Automotivación: la automotivación es fundamental para nosotros los autónomos a la hora de seguir adelante con nuestros proyectos, sobre todo cuando las cosas parecen no ir como esperábamos. La motivación no es otra cosa que la reacción a una necesidad por cubrir (motivo + acción), con lo cual, debemos entrenarnos para contar con unos objetivos o metas realistas por cumplir. Contando con esos objetivos en el horizonte, la automotivación no debería ser un problema. Mis objetivos, no obstante, han sido revisados en algunas ocasiones, pero esto no supone ningún freno a mi propia motivación; al contrario, suponen un dosis extra de ilusión.
Compromiso: hemos puesto ilusión en nuestros proyectos, confiamos en nuestras propias capacidades porque contamos con una autoestima sana y equilibrada y nuestra meta nos mantiene motivados. Los autónomos en este punto estamos comprometidos con nuestro proyecto: si ya hemos llegado hasta aquí, ahora toca responsabilizarse de las decisiones tomadas y mantener el compromiso con uno mismo, con los objetivos y con los recursos disponibles. Mi compromiso tiene una línea roja, no nos vayamos a engañar, y es un límite temporal y económico por debajo del cual no sería sensato seguir. Ello no me lleva a abandonar, sino a luchar por no llegar a ese límite.
Pero… ¿es todo de color de rosa? ¡Por supuesto que no! También hay sombras en el proceso de ser autónomo y emprender, pero la solución no es centrarse en lo negativo, por eso he dejado para el final estos sentimientos:
Euforia – angustia: cuando recibimos una buena noticia, mantenemos una conversación o reunión de la que parece que van a surgir nuevos acuerdos, los autónomos «nos venimos arriba» con mucha facilidad. Casi con la misma facilidad que «nos venimos abajo» cuando lo anterior no se materializa a la velocidad esperada. Esto me pasaba mucho más al principio; ahora soy más prudente. No es necesario eliminar del todo este tobogán de emociones, ya que es un buen termómetro de cómo va nuestra autoconfianza y por ello, nuestra autoestima. Se trata de moderarlo, únicamente.
Inseguridad: los autónomos sentimos inseguridad con mucha frecuencia: «¿seré capaz de generar suficientes ingresos para mantenerme? ¿habré tomado la decisión correcta? ¿tengo las capacidades que creo que tengo?» De hecho, es tan habitual, que ya se ha renombrado esta inseguridad en nuestro mundo como «Síndrome del Impostor», es decir, «qué hago yo aquí, si hay otros que lo hacen mejor y lo merecen más». En este punto tengo que decir que no es una buena idea eliminar la inseguridad del todo: cuestionarse a uno mismo es una manera de ver nuestras áreas a mejorar. La clave, como en todo, es la moderación con relación a los pensamientos que nos frenan. Yo acepto mis inseguridades y las tomo como punto de partida hacia un restablecimiento de mis objetivos y de mi autoconfianza.
Soledad y abandono: especialmente si en nuestro entorno hay más trabajadores por cuenta ajena que autónomos, nos sentimos solos e incomprendidos: nos cuesta desconectar, cada vez que tenemos un rato libre encendemos el ordenador y nos ponemos a trabajar… Por otro lado, el sistema no nos gusta: los altos costes de afiliación son constantes, da igual si estás en un periodo de bonanza o de contracción y las contraprestaciones son pocas o inexistentes. Todo esto es real, pero hay que mantener la cabeza fría y despejada. Sabíamos que la posibilidad de grandes dificultades estaba ahí; y aún así decidimos seguir adelante por lo que hablábamos al princpio: pasión, ilusión, autoconfianza, automotivación y compromiso. En estos momentos es cuando más necesario es recordar que tú no eres de las personas que da las cosas por perdidas con facilidad, que tienes tu meta clara así como tienes claro cuando debes cambiar metas y objetivos que no están dando resultados. Para superar estas sensaciones creo que la clave es la combinación perseverancia más cabeza fría.
Por último, no quería dejar de nombrar una virtud que desarrollamos los autónomos de manera generalizada: la paciencia. Tenemos paciencia para esperar el momento adecuado para hacer una inversión, para dejar que un proyecto cuaje, para disfrutar de los éxitos, para esperar por la decisión de un cliente o la resolución de un organismo público… Perder la paciencia no nos aporta nada, un estado alterado distorsiona la realidad y nos aleja de nuestros objetivos. Tener paciencia no significa ser pasivo ni caer en la inacción. Se puede ser proactivo y paciente: la paciencia nos proporciona orden mental. Este orden mental es fundamental para mantener unas buenas relaciones personales, profesionales y con uno mismo, ya que sin orden mental, nuestro diálogo interior podría ser inadecuado.
Quizás después de leer este artículo comenzará a pensar en que los servicios de un Coach Ejecutivo-Empresarial será una buena inversión para usted, su negocio y las personas que lo conforman. Si es así, he cumplido mi objetivo.
Este artículo es un resumen de los contenidos que he desarrollado en mi programa Coaching Ejecutivo-Empresarial, con especial atención hacia la empresa industrial, y que es de mi propiedad intelectual.
Te espero en los comentarios: ¿qué has sentido en tu proceso de comenzar y mantenerte como trabajador/a por cuenta propia?
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