Evolución

Hace poco más de 4 años, tuve que tomar una difícil decisión profesional. Me encontraba en el que consideraba el trabajo de mi vida, sobre todo por las funciones a desarrollar, pero también por las personas con las que trabajaba y de las que aprendía tanto. Pero de buenas a primeras, en una maniobra que todavía hoy está llena de interrogantes para mí, todo cambió.

Imagen gratutita de LifeForStock para Freepik

El Presidente y Director General de la compañía fue cesado (resumiendo mucho y omitiendo detalles dolorosos) y yo me quedé huérfana dentro de la empresa. El nuevo gobierno de la empresa no me quería por ser leal a la persona cesada y yo tampoco quería quedarme, por razones obvias: ya no había una identidad ni una alineación entre mis valores y principios y los que ahora regían la empresa. Nada más finalizar mi baja de maternidad, porque todo esto sucede estando yo embarazada de mi segunda hija, llegamos a un acuerdo económico, sin prolongar la agonía para ninguna de las partes. De todo aquel episodio, es lo único que recuerdo con cierta paz, lo que no deja ser una paradoja: sentir alivio por poder irme de la que había sido mi casa profesional y a la cual honraba con mi mejor desempeño diario.

Posteriormente a este capítulo de mi vida dediqué unos meses, pocos, a descansar, poner en orden mis ideas y disfrutar de la maternidad. En octubre de 2018 comencé a redactar el proyecto profesional al cual me dediqué por cuenta propia desde principios de 2019. Este proyecto consistía, y consiste, en separar la función del directivo o mando intermedio de una empresa en dos partes separadas, pero con el fin de dar la misma importancia a cada una de ellas: la parte técnica y operativa, la más conocida y habitual, y la parte emocional y humana, la gran olvidada. Profundizando en ambas materias por separado, el directivo o mando intermedio, podía integrar ambas facetas en su labor diaria de gestión, dejando el mismo espacio a las cifras de negocio como a las personas que las hacían posibles. Me gustaba decir que mi proyecto o programa formativo era como el sistema linfático de nuestro cuerpo, ya que sirve para evacuar aquello que no sirve antes de que produzca la enfermedad: el error.

Este programa ahora está disponible únicamente online, porque desde diciembre de 2019 inicié el cambio de dirección de mi labor profesional de Consultora de Estrategia Empresarial por cuenta propia a Consultora de Compliance para Pymes. También está online porque como es sabido por todos, la movilidad fue restringida desde marzo debido a la pandemia que estamos viviendo, pero no quisiera detenerme en ello, pues ya bastante sufrimiento ha causado y sigue causando.

Primero me inscribí en un Máster de Compliance en su modalidad online, preparatorio de la certificación CESCOM® de la Asociación Española de Compliance (ASCOM), la cual obtuve el pasado mes de julio. En la actualidad soy socia de ASCOM y pertenezco al grupo nacional de trabajo Compliance para Pymes.

Visto así, parece todo muy sencillo, pero los obstáculos en el camino han sido una constante. A pesar de todo, he decidido ser fiel a lo que me movió en su día a dejar aquel maravilloso trabajo, eligiendo en la horquilla del camino, la ruta más difícil. La paz y el disfrute interior que se sienten cuando uno hace las cosas siguiendo los valores en los que cree, que no son más que los principios morales razonablemente aceptables vistos desde el sentido común, compensan con creces los malos momentos.

A lo largo de mi vida he estado en trabajos que me han gustado más y en otros que me han gustado menos. He procurado aprender de todos y he puesto la intención de “disfrutar” mientras trabajaba en todos ellos. Gracias a eso, he podido mantener una actitud abierta y positiva sobre lo que supone “ir a trabajar”. Pero lo más importante es que la combinación de guiarme por los valores al mismo tiempo que disfrutaba de lo que hacía tuvo dos efectos que me han llevado a estar donde estoy ahora mismo. El primer efecto es que supe con meridiana claridad cuando había que parar, y lo hice dejando aquel maravilloso trabajo del que te hablaba al principio. El segundo efecto es la claridad mental que me ha producido no cargar con tensiones negativas derivadas de estar a disgusto en el trabajo y conmigo misma.

Con esta reflexión, a donde quiero llegar es a que la vida profesional no debe de ser regida de manera diferente a la vida personal. Los mismos valores éticos y principios morales que guían nuestra vida personal deben ser los mismos que los que marcan nuestra vida personal. Igual que en mi programa para directivos tratábamos la parte técnica por un lado y la emocional por otra para darles el mismo protagonismo y que el resultado fuera la cohesión total en nuestro papel de gestores, en lo que llamamos “nuestra vida”, podemos analizar por separado la vida personal y la vida profesional, cada una con el peso que deseemos darle, pero para actuar según lo que esta frase reza: “no se puede ser un buen profesional si antes no se es una buena persona”.

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